Cuando llegué a Playa Ancha me encontré con la vida de barrio que tanto lo hace popular, y que quizás no sea exclusiva de esta zona, pero es diferente al resto. Me encontré con distintos pasajes y con variadas historias, lugares históricos y patrimoniales, pero a fin de hacerle justicia a elementos que pueden quedar fuera, me llamó la atención esa curva de Gran Bretaña que conecta la Plaza Waddington con lo que sería Artillería y su Paseo 21 de Mayo.
Allí, justo en donde la calle comienza a cerrar su curva hay un residente, no sé su edad, pero se logra apreciar que lleva años allí. El viejo habitante es un árbol con un follaje que creo que sólo es superado por el que se encuentra en Avenida Brasil, aquel que está cerca de la Biblioteca Santiago Severín y que le entrega sombra a una gran parte de la plaza que está en al bandejón central.
Si pudiera crear una historia diría que son parientes, primos o hermanos, porque son igual de viejos y se parecen bastante. No puedo asegurarlo porque de árboles, botánica y todo aquello entiendo muy poco.
Las calles cercanas a la Plaza Waddington y de la parte baja de Playa Ancha no ofrecen una vista como en la parte alta, desde donde se puede apreciar el mar desde distinto puntos. Este árbol está justo en lo que parece el vértice de una “V” que se abre paso hacia las grandes maquinarias del puerto y a Viña del Mar y Con Cón en el fondo. La primera vez que pasé por allí estaba oscureciendo, dos niños con sus padres pasaban por allí y uno de ellos dijo, refiriéndose a las máquinas: “Mira, mamá, son como dulces de navidad”. En la parte superior tienen rayas blancas y rojas por cuestiones de seguridad, pero claro, a más de alguno la recordaba los bastones navideños. Aunque a esa madre le recordó más al sombrero que usaba el personaje de la película “El Gato”.
Este viejo árbol a veces ofrece alojamiento, porque varías veces he visto algunas frazadas. Otras veces está rodeados de botellas vacías, testigo de jaranas clandestinas. Y en otras cubre del imponente sol a más de alguna pareja de enamorados.
El viejo residente se ve un tanto solo y descuidado. A diferencia del resto de árboles del sector, este no comparte con tantos otros por no estar en una plaza, pero amigos no le deben faltar si a su lado vive una pandilla de perros que aprovechan su sombra mientras las micros y los autos lo rodean obligados.
Yo lo postulo a formar parte del patrimonio vivo del barrio.