Engaños, trucos, maniobras e ilusión; la magia, como disciplina artística tiene un sinfín de recursos para asombrar e impresionar al público. Cada vez que el mago finaliza su truco, nos deja una sensación híbrida de incredulidad e impresión; esa emoción es el objetivo final del mago. Una buena rutina de magia se arma en razón de las emociones del público, cada paso del truco esta estratégicamente situado para armar, en conjunto, un entramado de instrucciones que culmina con el remate del “trick”, envolviendo al público en una montaña rusa de emociones.
“Naaaah”, “¿Cómo lo hizo?” y “Te pasaste” son algunas frases aleatorias que se escucharán del otro lado del escenario, cada vez que el mago despliega sus números. Para lograr esas reacciones existen varios recursos, algunos de los más usados son, por ejemplo, el truco del falso truco fallido, seguramente lo han visto antes en televisión, el mago intenta adivinar la carta del voluntario y falla, pero trabaja sobre esa carta errada y la convierte en la que corresponde. Otro recurso es el de rematar el truco de forma inesperado, por otro canal, por ejemplo, sacar la respuesta de adentro de una naranja, en un tatuaje bajo la polera o encendiendo una mecha de fuego.
La nueva tendencia de la magia se encamina en una dirección clara: el impacto. Los trucos son gráficamente muy potentes y se desligan de la sutileza de la vieja escuela. Los nuevos magos, escupen cientos de cartas de sus mangas, o cortan en dos partes a una persona. El esquema de la rutina es más simple pero mucho más directo, las introducciones son sutiles y de un momento a otro explotan. Es una escuela que se enfoca más en la habilidad práctica del mago y no tanto en la base teórica del mismo, no es ni mejor ni peor que la vieja escuela, es una opción diferente que no hace más que aportar al extenso abanico de la magia, extendiendo su habilidad de despertar emociones.
Aquí un video de un truco de cartas que destaca mucho por el juego de las cartas y los colores: