Las ciudades tienen diversos elementos que las hacen únicas, sellos característicos que las representan. Valpo tiene el suyo y está más allá de los troles, los ascensores, los grafitis y sus espontáneas noches bohemias. Lo que es verdaderamente inherente de esta ciudad, que se levantó entre cerros y quebradas hacia el mar hace más de 400 años, son sus escaleras.
El diccionario define una escalera como “un conjunto de peldaños o escalones que enlazan dos planos a distinto nivel en una construcción o terreno, y que sirven para subir y bajar” pero creo que en Valparaíso tienen una mayor trascendencia. Las escaleras son parte de su identidad, el sello que hace único a este lugar. Aquí las escaleras tienen vida propia.
Decía Pablo Neruda que si caminas por todas las escaleras de Valparaíso podrías darle la vuelta al mundo. Quizás tenía razón pues son cientos los peldaños que abundan en esta ciudad. En lo personal, hay una que me llama la atención, siento que tiene algo que la hace particularmente hermosa. Pueden ser sus largos y bajos peldaños, o quizás esos cautivantes tonos verdes que se aprecian en primavera, no sé bien que es, pero hay algo que hace que esta escalera sea diferente al resto.
Se encuentra en el cerro Playa Ancha, en el punto exacto en el que la Av. Altamirano se transforma en la Av. Pablo Neruda. Allí cumple un rol importante, unir dos lugares significativos de este cerro: el cementerio y la playa Las Torpederas, dos mundos totalmente distintos. No es un lugar muy transitado, al menos no en septiembre, cuando aún el sol no entrega esas calurosas tardes veraniegas donde es imposible no querer sumergirse en el mar. Pero en verano mucha gente utiliza esta escalera para llegar del cerro al borde costero y al balneario o para subir desde éste “al lugar donde viven los recuerdos”
Es sin dudas un elemento representativo de Playa Ancha y parte de su patrimonio por su riqueza arquitectónica que contrasta con los edificios construidos a su alrededor. Escuché alguna vez, en un carrete de esos que vienen muchas personas de distintos lugares, que le decían “la escalera que no lleva a ninguna parte” pues a simple vista pareciese que llega solo hasta el posible polvorín sellado que hay al final de los peldaños. Lo cierto es que “antes de la construcción de edificios que se realizó en éste sector, esta escalera conectaba para diversos lugares, la gente de acá la usaba harto, ahora con estos edificios ya casi no se pasa por aquí, en el verano no más”, me comentó don Esteban, un maestro marmolero que trabaja hace un par de décadas en un taller a las afueras del Cementerio n°3 de Playa Ancha.
Algo muy curioso de esta escalera es que si la usas para subir no te percatas a simple vista que te puede conducir a un mirador natural, un espacio abierto al que puedes acceder por la orilla del muro de bloques. A pesar de estar un tanto abandonado, esta postal nos muestra las bondades del borde costero y la plenitud del Océano Pacífico que baña las costas de nuestra ciudad, un paisaje digno de fotografiar.