Cada vez que hablamos de patrimonio, se nos viene a la mente el casco más antiguo de Valparaíso, aquellas construcciones multicolores que son emblema de una ciudad respetuosa de su herencia, pero existe una parte del patrimonio que no es tan visible por ser el medio de transporte de la ciudad, hablamos de las “micros”. Estas son sin duda parte de la ciudad y su cultura, la demografía de los cerros de Playa Ancha no son la mejor opción para convivir con estos gigantes de metal, pero los choferes pese a las dificultades técnicas que implica la ruta, se ajustan para dejar a los pasajeros lo más cerca de su hogar.
Basta subirse a uno de estos buses para comprender que existe una relación entre el chofer y su máquina, que va mucho más del oficio, Valparaíso atrae con sus curvas a estos osados artistas del volante. Manuel Aros es un hombre de 67 años, trabaja actualmente como chofer en la línea 607 de los Buses Gran Valparaíso, su vida completa está ligada a este medio de transporte. Comenzó a trabajar a los 22 años de edad, luego de realizar su servicio militar, oriundo de Quilpué llega a Valparaíso junto a su padre Pedro Aros a vivir en un pequeño apartamento en la calle Márquez.
Proviene de una familia humilde con muchos hermanos, en su casa los zapatos se heredaban de los hermanos mayores a los menores, y estos eran un bien preciado que no admitían un partido en la cancha del barrio. La línea 3 de Central Placeres en Valparaíso lo bautizó en el oficio de chofer. Recuerda con nostalgia el tiempo en que los buses eran gigantes y maniobrar entre las estrechas calles de los cerros era toda una odisea, no existía la dirección hidráulica, y debías usar toda tu fuerza para girar el inmenso volante que tenían esas micros, luego de eso volverá a trabajar en la línea 1 de Central Placeres que es donde más tiempo se mantendrá.
Manuel es un amante de los vehículos, en especial de los americanos, tuvo un Chevrolet Camaro de los 60`s y actualmente tiene una Ford restaurada de los 60`s. Él disfruta de estos vehículos, ama comprar ruteros y salir de viaje, siempre manejando. Es arriba de un bus donde conocerá al amor de su vida, Mariana Molina. Este romance se gesta en las curvas de los cerros de Valparaíso, y dura por más de 32 años hasta que Manuel enviuda. Su vida no ha estado libre de accidentes, en la Avenida España un manchón de aceite le hizo perder el control de la “micro” cayendo con sus pasajeros a la línea del tren, él nos cuenta la desesperación que vivieron los pasajeros al estar atrapados al interior del bus y ver el tren aproximarse, fueron obreros de las líneas quienes a golpes de pala hicieron detener al maquinista.
Pero no solo de tragedias está compuesta la vida de Manuel, fue ganador 2 veces de la Polla Gol, en 1987 y 1992. Este premio le permitió independizarse y comprar su primer Microbús, era un Mercedes Benz 256, que lo acompañó por algunos años hasta que se ganó por segunda vez el premio de la Polla Gol, ahí Manuel decidió invertir en un nuevo bus fabricado por la armadora chilena Metalpar, aprovechando la compra decidió emprender rumbo al sur junto a la familia para hacer el rodaje de la “maquina”. Tras el viaje al sur, y la mala fortuna de no adquirir un seguro, el nuevo microbús sufre un accidente y el resto del premio es destinado a gastar los daños provocados y los del bus. Con el tiempo y una mala jugada del IVA diferido, Manuel perderá su micro y volverá a trabajar como chofer.
Manuel es parte de nuestro patrimonio, es un alma latente que a través de su vida construyó historia en Playa Ancha, quizás ha sido nuestro conductor y guía innumerables veces. ¿Quién recuerda al chofer que nos llevó en nuestro primer día de clases? Son héroes anónimos quienes construyen el verdadero tesoro patrimonial de nuestra ciudad.
Me gustó mucho la nota, porque apostó por algo nuevo y a la vez muy cotidiano. Felicitaciones compañero.