Hay muchos playanchinos destacados en distintas áreas, pero sin duda que los que más se han hecho notar son aquellos que se dedicaron a la producción cultural. En ese sentido Gonzalo “Payo” Grondona, es entre todos uno de los más conocidos por su aporte al arte y la música porteña, con un estilo muy particular basado en sus letras que mezclaban el humor con la protestas y la sonoridad del folclore estadounidense aportado por el banjo, instrumento con el que se hizo conocido.
La vida de Grondona comienza en Playa Ancha el año 1945, el contexto histórico y social que le tocaría vivir definió el destino de su carrera como artista y como ciudadano. Aprendió a tocar la guitarra de manera autodidacta y aunque estudió periodismo, ante todo, la música fue su pasión. Antes de los veinte años ya había escrito algunas canciones y formado parte de grupos folclóricos en Valparaíso. El rock también llamó su atención, lo que lo llevó a componer junto a Orlando Muñoz, el primer hit del rock chileno interpretado por Los Mac´s, “La muerte de mi hermano”.
Eran los años 60´s y su música sonaba bien en la Peña de los Parras, en Santiago, en la Peña de Valparaíso, de la que fue co-fundador y cantada por alguno de sus amigos como el Gitano Rodríguez, Los Ponchos Rojos o Tiemponuevo. En este tiempo se reconoce su capacidad para combinar estilos y sonoridades con su particular manera de escribir, inspirado en la urbanidad y ayudado por su ojo de reportero adquirido mientras estudiaba periodismo, mezcló la política, la protesta, el humor y la picardía.
Justo antes de entrar a grabar su primer disco, un amigo estadounidense le presento el banjo, un instrumento típico en la música rural de ese país, con el que Payo Grondona desarrollaría gran parte de su sonoridad de manera poco ortodoxa para la época. De hecho la portada de su álbum, “El Payo”, de 1970 tiene en su portada este instrumento. Además, este disco contiene la esencia que se repetiría en el resto de su carrera, lo que él llamaba el folclore urbano con temáticas de la cotidianidad en la ciudad y con un toque de humor, como en la canción “Il Bosco” que relata la aventura de una pareja apurada por encontrar un motel.
A pesar de que aparentemente su canto se disociaba del fervor político de la época, él demostraba un compromiso cada vez más grande con el proyecto que se estaba llevando a cabo, involucrándose incluso en labores relacionadas con Televisión Nacional y la editorial Quimantú. Según declaraciones del mismo Grondona, su música se mostraba comprometida con el proceso de cambio, con la protesta universitaria y la revolución, pero también quería mostrar lo que se estaba viviendo en la ciudad, con lo que se abre esa nueva ventana para el arte y el canto.
En 1973, Payo realizó una pequeña gira por Europa y regresa solo tres días antes del bombardeo a La Moneda teniendo que partir exiliado. Durante diez años vivió entre la Alemania Democrática e Italia, combinando estudios universitarios con diversos trabajos.
Finalmente regresa en 1983, volviendo a la composición musical y participando activamente de la oposición Pinochet junto a diversos artistas que se encontraban bajo el sello Alerce, editando varios cassettes. Además compuso temas para la película Nemesio, de Cristian Lorca y editó su segundo álbum en el que se incluían musicalizaciones de poemas de Mauricio Redolés, Eric Polhammer y Teresa Calderón.
En los 90´s, con el retorno a la democracia y en el nuevo escenario económico desfavorable para el arte y la cultura, Grondona vuelve a fijar su residencia en Valparaíso, donde sigue trabajando a contracorriente de manera autogestinada editando discos y realizando presentaciones, siempre manteniendo su compromiso político y humor que lo caracterizó desde sus primeros trabajos.
El 2012 sufrió un accidente cardiovascular que lo dejó en un delicado estado de salud del que no logró reponerse, falleciendo a comienzos del 2014 en una casa de reposo en Viña del Mar. Pero su recuerdo no se ha ido y el legado musical e intelectual que dejó es valorado tanto por sus compañeros de generación como por los nuevos cantautores nacionales.
Como el Payo nunca olvidó sus raíces en su cerro Playa Ancha, al que le dedico un disco, es importante que nosotros reconozcamos el valor cultural que se ha gestado en el barrio.