Hace un par de días el medio inglés The Telegraph posicionó a Valparaíso como una de las ciudades más felices del mundo debido a sus coloridas casas, los extensos cerros y sus ascensores. Lo cierto es que Valparaíso tiene un magnetismo especial, ese magnetismo que hace que año tras año lleguen cientos de turistas extranjeros y chilenos a maravillarse con el Cerro Concepción, Cerro Alegre, nuestro Paseo 21 de Mayo, por nombrar sólo algunos de los panoramas típicos que pueden ser realizados en la ciudad.
Por mi parte, asomo la cabeza a través de la ventana de esta habitación que me alberga durante mi estadía en Valparaíso y con todo el amor y apego que siento por esta ciudad, me es difícil imaginarla como una de las ciudades más felices del mundo. A pesar de ser una ciudad hermosa visualmente, hay ciertos datos que The Telegraph está olvidando. El medio inglés ignora que la vida de la cintura para arriba no es precisamente la realidad más feliz del mundo. Olvida que esos cerros extensos y llenos de casas de diferentes tamaños, colores y formas responden a una realidad poco agradable: El hacinamiento y la pobreza. El mismo hacinamiento y la misma pobreza que hace poco menos de un año hicieron que Valparaíso sufriera uno de los incendios urbanos que hoy se califica como el mayor incendio urbano en la historia de Chile.
Los datos no se acaban ahí: Según el Ministerio de Vivienda, en la comuna, el 22% de la población aún vive en campamentos. De los 657 campamentos existentes a lo largo de todo el país 146 están repartidos en toda la Región de Valparaíso, con 57 de ellos establecidos en la ciudad. Esto quiere decir que de las 27.000 familias que viven en campamentos, 7.500 de ellas residen en nuestra región, lo que representa un cuarto de todo el espectro de chilenos y chilenas que hoy viven bajo la línea de la pobreza*.
Pero para muchas personas, esas casas que prácticamente existen unas encimas de otras, aquellas familias que viven bajo el miedo constante de que otro incendio de grandes características los deje nuevamente en la calle, o las oscuras calles de Barrio Puerto que albergan más pobreza y hacinamiento, es sólo parte de una linda postal.
Y también sé que la felicidad no se mide lado a lado con el dinero, pero mi planteamiento apunta a que me es difícil imaginar y sentir Valparaíso
de la forma en que lo ven los extranjeros. Este va a ser mi sexto año viviendo en esta ciudad y no quiero que se malinterprete: Yo amo a Valparaíso, y por el amor que le siento me encantaría poder decir: Sí, Valparaíso es una ciudad feliz. Pero cuando se vive en una comuna en la que un gran porcentaje de la población vive olvidada por el municipio y escondida en calles de tierras, en donde los mismos pobladores del Vergel Alto asaltan a colectiveros por $20.000 y en donde muchos porteños y porteñas aún viven sin servicios básicos como lo son el agua o la luz, no podría pararme frente al mundo a decir que Valparaíso es una de las ciudades más felices del mundo.
*Datos extraídos de: http://www.lasegunda.com/Noticias/Economia/2012/07/767800/valparaiso-donde-la-pobreza-no-cede-alberga-a-un-tercio-de-las-familias-que-viven-en-campamentos