Suena el pitazo inicial y la multitud enloquece; mientras la pelota rueda sobre el césped del Elías Figueroa de Playa Ancha, los cantos se elevan “Wanderito” se acerca al gol. Una pelota que roza el travesaño, una patada por detrás o un cobro polémico, puede inyectar de adrenalina al público. Apenas han pasado unos minutos desde que comenzó a rodar el balón y la galería norte guarda silencio por un instante, los Panzers dirigen su mirada al sujeto de cabello largo encaramado sobre la reja. “Ahí está el Alegría”, se escucha entre la gente y la concurrencia se prepara para lo que viene: “Atención Valparaíso, la ciudad más linda de Chile, patrimonio de la humanidad, atención sus 46 cerros, Playa Ancha, Barón, Rocuant (…)”. Se trata del tradicional “Grito de los Cerros” que recita el “Alegría”, cada partido y que rescata los mejores rincones de Valparaíso.
Se llama Mariano Pérez, pero todos lo conocen como el “Alegría” por lo dichoso que se le ve cuando va al estadio. Es un Panzer histórico y ha sido testigo de las aventuras y desventuras que ha vivido el equipo más antiguo de Chile. Comenzó muy joven saltando en el tablón y con el tiempo fue adquiriendo protagonismo en la barra, al punto que le fue delegada la responsabilidad de ser el orador principal del grito de los cerros, en el que se destaca los lugares más pintorescos de la ciudad puerto, mientras la hinchada corea “¡Verde!”. El Alegría manifiesta que es un gran honor ser el encargado de la tradicional consigna y explica que tomando en cuenta la magia de Valparaíso era imposible no hacerlo presente en sus cánticos. “Es bonito, porque Valparaíso tiene esa magia y que lindo que esa inspiración haya servido para darle fuerza al grito. Yo lo único que quiero es que cuando yo ya no esté, no se pierda eso, que alguien lo mantenga vivo y no se extinga”, dice el Alegría.
En tantos años siguiendo al Vagabundo del puerto, el Alegría ha presenciado una serie de sucesos alrededor de la biografía del club. Campeonatos, segundos lugares, descensos, la irrupción de la sociedad anónima deportiva, la marcha contra la misma, la muerte del Loro, las participaciones en copas internacionales, el incendio que tiño de luto al puerto, la explosión de la calle Serrano, las divisiones en la barra, la remodelación del estadio, la vuelta del fantasista y quién sabe cuántas otras anécdotas se me pasan.
Según confiesa, el descenso del 2008 fue un episodio de gran tristeza para los Panzers pero sacó lo mejor de ellos. “Era re fácil irse, se bajó a la B pero cuando terminó el partido nadie se movió y se cantó el himno de Wanderers, que más amor a la camiseta que eso pos”
Hoy, a sus 46 años asegura que se “jubilará” en la barra y espera seguir a Wanderers hasta el fin de sus días. “El aguante lo puede tener cualquier barra, pero Los Panzers tienen el corazón, una relación de amor por el equipo que supera todo”.
Luego de algunas disputas internas, actualmente la barra no tiene un centro de mando institucionalizado, todos somos Wanderers y Wanderers es todos. Espontáneamente el Alegría se ha convertido en el guaripola de la barra, un líder de opinión, un centro de información; en definitiva, un símbolo. Cada vez que un wanderino necesita, ropa, donaciones, ayuda, trabajo o una rifa, se acerca al Alegría para que gestione las ayudas de los miembros de la familia verde, una familia que ha sobrevivido a la luz de la gloria y a la oscuridad de la derrota, pero que por ningún motivo camina sola entre los cerros del puerto.