Valparaíso, por su condición de puerto, siempre ha sido una ciudad de gran intercambio comercial, además, durante el siglo XX recibió una gran cantidad de visitante en barcos desde todo el mundo, los que una vez en tierra, ya sea por necesidad o “enamoramiento” se quedaban, trayendo consigo costumbres y tradiciones propias. En alguno de esos barcos llegaron los primeros inmigrantes italianos que se instalaron con sus negocios, las tradicionales ferreterías y zapaterías, pero sobre todos los emporios.
Se dice que hacia 1920 alcanzaron a existir más de 1000 emporios en toda la ciudad, de los que no quedan ni si quiera 10. Debido a la proliferación de los grandes supermercado con los que deben competir y a la perdida de la identidad local, hoy en día es más fácil encontrar un “minimarket” en lugar de ir a comprar a un emporio o una menestra.
Lugares de encuentro
Los emporios se caracterizaban por ser grandes bodegas de productos, condimentos y diversos artículos en los que, además de comprar, los vecinos se encontraban, conversaban y se compartían noticias, como una suerte de plaza pública.
Entre aquellos que han logrado mantenerse, se conserva esta cualidad tan partículas que es difícil de encontrar en otro tipo de locales y a pesar de que la mayoría ha debido adecuarse a los tiempos, convirtiéndose en botillerías o simplemente han dejado de vender los productos típicos de antaño, siguen siendo lugares sumamente valiosos a nivel material y social.
Es fácil desorientarse al entrar a uno, pues frente los centenarios estantes repletos de mercaderías y todos tipo de productos, las latas apiladas desde el suelo hasta el techo y el aroma de los condimentos que te hacen viajar por el mundo, es como estar en otra época. Del mismo modo, el estilo de venta, la atención personalizada y afectuosa entre los dueños con los clientes es otra de las características que los diferencia de los supermercados.
Lamentablemente, además de encontrarse en una posición desventajosa frente a los nuevos mega comercios, los emporios, menestras y otros comercios de barrio no tienen ningún apoyo desde las autoridades. En ese sentido hay que reconocer el valor patrimonial e identitario que tienen estos lugares, por lo que es necesario encontrar mecanismos para protegerlos.
Una manera de evitar que desaparezcan estas tradiciones es que se establezcan ciertos protocolos a la hora de instalar establecimientos comerciales. Por ejemplo, en lugar de poner “minimarket”, denominarlo como menestra o almacén, como se hace en otras partes del mundo en lugares con valor patrimonial que se quiere preservar.
Otro tema aparte es el de los carteles y avisos comerciales, que también constituyen parte del patrimonio y la identidad de un barrio. A pesar de que se han hecho algunos intentos para generar señaléticas “amigables con el entorno”, por lo general son muy invasivos y poco adecuados para las características históricas de los barrios, por lo que sigue siendo una medida no definitiva.